Han pasado 100 años desde que el modernismo había alcanzado su apogeo. Estimulado por la revolución industrial, fue producto de una nueva generación de artistas y diseñadores con talento intentando crear un nuevo estilo adecuado a la era moderna. Durante un breve período, este movimiento internacional de arte y diseño abarcaba la vida diaria, desde la arquitectura hasta el mobiliario. Mallorca puede presumir de una gran parte de sus edificios y fachadas de estilo modernista, evocador de una época durante la cual España jugó un relevante papel mejor conocido como modernista.
Citado como “el arquitecto de arquitectos”, el excéntrico y modernista Antoni Gaudí, no sólo tuvo una gran influencia sobre la arquitectura barcelonesa, pero también dejó su sello personal en la catedral de Palma, cuando en 1899 fue abordado por el obispo de Palma, Pere Campins, que le pidió su colaboración para su restauración. Campins quedó tan impresionado por la claridad de sus ideas, que le propuso dirigir el proyecto personalmente. Entre las aportaciones más importantes de Gaudí está el mobiliario y las vidrieras de colores, para las cuales usó un nuevo método para colorear el vidrio, experimentando esta técnica antes de aplicarla a la Sagrada Familia en Barcelona. El baldaquín, en forma de una araña de luces gigante elaborada con hierro forjado y situada sobre el altar simbolizando la corona de espinas, es también obra de Gaudí.
Aunque su trabajo dominó la escena artística española durante esta época, fue realmente la influencia de su amigo, el arquitecto Lluís Domènech i Montaner, que trajo una nueva oleada de edificios de estilo modernista a Palma. El Gran Hotel en la Plaza Weyler de Palma, su creación, es uno de los mejores ejemplos del modernismo catalán en la isla. Con sus magníficos balcones y columnas, y su fachada tallada, fue el primer hotel de lujo que la ciudad había visto cuando se inauguró en 1903. Restaurado en 1993 por “Fundació La Caixa”, y ahora catalogado como un edificio de Patrimonio Mundial, paradójicamente, no proporciona habitaciones para el aflujo de turistas de la isla, pero alberga un centro cultural, una galería de arte con una elegante cafetería y una muestra pictórica permanente del artista modernista Hermen Anglada Camarasa.
La obra de Domènech i Montaner fue inspiración de varias creaciones en Palma, donde numerosos edificios de principios del siglo XX están cubiertos de una arquitectura decorativa modernista: la pintoresca fachada de la pastelería, Forn del Teatre, en frente del Gran Hotel, los números 13 y 14 de la Plaça del Mercat y C´an Rei en la Plaça del Marqués de Palmer, decorada con gárgolas y cerámicas.
Sóller fue profundamente marcada por este movimiento como se puede apreciar en la iglesia de San Bartolomeu en la plaza principal de Sóller, la Plaça de la Constitució. En 1904, una nueva fachada fue añadida a la iglesia, obra de un estudiante de Gaudí, el arquitecto Joan Rubio Bellver, que también diseñó el edificio modernista del Banc de Sóller, en la plaza. La estación de tren del pueblo, que presume ser el edificio ferroviario más antiguo del mundo, fue sometido a varias reformas similares, ofreciendo un agradable final de trayecto para los que desean subirse al famoso tren de Sóller.