Andrés Figuerola es el único zapatero de Mallorca que todavía manufactura zapatos hechos totalmente a mano.
Todos sus modelos son clásicos, bautizados con nombres como "Blucher", "Budapester", "Full Brogue", "Monk", "Oxford" o "Slipper". Andrés Figuerola, zapatero artesano de Esporles, de 50 años, los fabrica totalmente a mano. Cada par le cuesta unas 40 horas de trabajo. En total ofrece 12 modelos distintos.
"El diseño es inglés; la piel suele ser de Alemania; el hilo de coser, de Portugal, y las herramientas generalmente de Francia" nos confiesa Figuerola. Es decir que en su pequeña manufactura viene a conjugarse una Europa en mini formato.
Y, sin embargo, su taller no tiene nada de moderno. Más bien se asemeja a un museo: "Mi refugio" dice Figuerola con un gesto, mirándonos por encima de sus lentes que reposan sobra la punta de la nariz: "Bienvenidos al siglo XVIII".20 años de aprendizaje bajo los auspicios de "uno de los mejores zapateros de España", José Riudavets, de Menorca, avalan su labor. "Un verdadero maestro, con las manos de un pianista y la vista de un lince", dice Figuerola. Un zapatero chapado a la antigua, capaz de reconocer, a simple vista, divergencias de menos de medio milímetro.
Figuerola trabaja con la misma perfección. Utiliza únicamente cueros de los más finos, de ternera o de caballo, tan nobles como la piel para guantes. Hasta 150 Euros puede costar solo el material para un par de zapatos por el que Figuerola cobra entre 300 y 600 Euros, "pero duran entre 15 y 20 años".
Quienes disfrutan de tan noble calzado son sus amigos y aquellas personas con un desarrollado sentido por zapatos de extraordinaria calidad. Entre sus habituales clientes cuenta ya con algunos extranjeros y lógicamente Figuerola usa exclusivamente zapatos "de la casa".
Todo está hecho a medida. Las hormas de madera son una reproducción exacta del pie del cliente. Luego hay que elegir el modelo, cortar la piel, si cabe, troquelar los agujeros del dibujo típico. Y para ello se necesita un buen tiento, porque cada agujero tiene que estar en su lugar exacto - por ejemplo para el modelo "Oxford" del que ya Fred Astaire estaba enamorado.
Luego hay que casar la pala con la suela, lo cual requiere una técnica muy especial que disimula el cosido en la propia suela. Para ello se la separa con un corte y luego se vuelve a pegar. Finalmente se colocan los tacones, a base de capas de piel clavadas una sobre otra, hasta alcanzar la altura deseada. Ahora ya solo queda recortar los bordes de la suela y del tacón con una cuchilla muy afilada, pasarlos por la lija y teñirlos a juego con el color del cuero de la pala y sacarle brillo: ¡Lista la maravilla!
"Lo fascinante de este trabajo es que uno va viendo como la cosa va tomando forma, cada vez más bonita, como si fuera un cuadro", comenta este zapatero de cuerpo y alma. No hay dos pares iguales. Y todo es natural. Incluso la cola que utiliza es de agua y harina. Una excelente pasta, tremendamente práctica porque permite que el pie pueda respirar.
Sus herramientas las tiene especialmente celosas. Las heredó de su padre, y éste las había heredado ya del suyo. Son unos utensilios como tijeras, pinzas, limas, algunas de ellos con mangos de madera que hace tiempo desaparecieron del mercado. A menos que la suerte le sonría, como recientemente le ocurrió a Figuerola cuando en la liquidación de una antigua ferretería encontró unas leznas que mantiene celosamente envueltas en papel en un cajón de su refugio, como oro en paño, que guarda como un tesoro.